sábado, 5 de abril de 2014

El Señor del Veneno


Leyendas como ésta —casi todas sucedidas en el siglo XVI— son muy peculiares y de tradición popular. En la que nos ocupa se afirma que don Fermín de Anduela, un hombre rico y muy estimado por la gente, diariamente iba a misa a rezarle a un gran crucifijo, le besaba los pies y depositaba unas monedas de oro en el plato petitorio. Según los rumores, otro adinerado señor, Ismael Treviño, envidiaba profundamente a don Fermín. Por ello lo envenenó con una sustancia de efecto paulatino que incorporó a un pastel de hojaldre, el cual le había hecho llegar con el embuste de que era un obsequio de un concejal amigo suyo. Al día siguiente, estando en la iglesia, don Fermín le rezó al crucifijo como de costumbre y, al besar sus pies, éste se ennegreció rápidamente, absorbiendo todo el veneno. Ese Cristo negro se consumió en un fuego espontáneo y fue reemplazado por otro que ahora está en la Catedral de la ciudad de México.

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